sábado, 1 de enero de 2011

Adios.




El Cuento número 13 (414)

Contemplé su rostro vacío.
No había cambiado nada;
sus cicatrices todavía eras furiosamente rojas,
sus labios aún tenían la misma mueca sesgada
y sus ojos todavía eran verdes.
Toqué su mano contraecha y noté el calor de su piel.
¿Realmente se había ido?
¿Absoluta e irrevocablemente?
Parecía imposible.
No podía ser que nos hubiera dejado por completo.
Por fuerza tenía que quedar algo de ella allí para consolarnos.
¿No existía un hechizo, un talismán, una palabra mágica que puedira devolvérnosla?
¿No había nada que yo pudiera decir que llegara a ella?
El calor de su mano me hizo creer que podría oírme.
El calor de su mano hizo que todas las palabras se concentraran en mi pecho,
atropellándose unas a otras en su impaciencia por volar hasta su oído.


(Diane Setterfield)

                                                              (Te quiero..)